Publicado: 11/06/2018 10:12h. Lecturas: 16408
En el sur de Santa Fe, el establecimiento Saifica alcanzó rindes promedio del cereal de 142 quintales, con picos de hasta 180 quintales por hectárea.
Los avances en genética han provocado un salto evolutivo en la agricultura. Las mejoras de los distintos materiales han significado un enriquecimiento de la calidad pero ante todo un aumento superlativo en la productividad. Si a este importante desarrollo se le suma un manejo agronómico adecuado y preciso en función de las distintas variables de cada ambiente, se crean las condiciones para que el cultivo alcance su máxima potencialidad.
Este es el caso de lo ocurrido en el establecimiento Saifica, un campo de producción mixta ubicado al sur de la provincia de Santa Fe que en la pasada campaña obtuvo rindes de maíz de 142 quintales por hectárea promedio y hasta 180 quintales en algunos lotes. En una campaña que estuvo marcada por el clima, con un rendimiento medio nacional de maíz que hasta mayo había descendido a 69,9 quintales por hectárea, los rindes obtenidos en la pequeña localidad de Santa Emilia son para festejar.
"La clave del éxito es apostar a híbridos de punta y alta performance que aseguren un elevado potencial de rendimiento. A mí me interesa correr con autos de Fórmula 1 y pelear la carrera con materiales que estén arriba del podio, como el híbrido AX 7761 de Nidera, que usamos en estos casos y es mi favorito ”, comenta Raúl Weiss, encargado de producción de Saifica desde hace ya 40 años.
A partir de su larga experiencia, el responsable agrícola de Saifica conoce de primera mano cómo los sucesivos programas de mejoramiento y transferencia genética han posibilitado la aparición de materiales de punta que se van superando continuamente. Incluso tiene desarrollada una particular teoría según la cual los avances científicos estarían posibilitando el aumento de una determinada porción de rendimiento por año.
“Se trata de un promedio que veo siempre. Yo vengo sembrando maíz desde la década del ‘60, cuando el potencial de rendimiento llegaba a los 60 quintales. En los ‘70, ya rondaba los 70 quintales y en los 80 se incrementaron 10 quintales más. Y así sucesivamente fueron aumentando alrededor de 10 quintales cada década, hasta llegar a la actualidad. Y todo esto es atribuible al mejoramiento genético de los híbridos”, sentencia.
Si a ello se le suma un manejo agronómico inteligente y sustentable, como el modelo que se lleva adelante en Saifica, el éxito está garantizado. En este campo de 6.000 hectáreas ubicado en la pequeña localidad de Santa Emilia, en el corazón de la zona núcleo (entre Hughes y Venado Tuerto), unas 4.000 hectáreas se destinan a la producción de granos, donde se siembran maíz, soja y trigo. El resto del área se dedica a la ganadería, donde se hace cría, invernada y tambo. Tanto la producción de forrajes como la agricultura se realizan con maquinaria propia y el establecimiento emplea a más de 60 personas.
“Hacemos una rotación básica con alrededor de 1.300 hectáreas sembradas de maíz y aproximadamente la misma cantidad para soja, pero la mitad de esa soja va con trigo”, explica Weiss, que siempre opta por maíces tempranos que se siembran a lo largo de todo el mes de septiembre y luego se cosechan a fines de febrero y principios de marzo.
“Al ser maíces tempranos resistentes a roya no tenemos demasiados problemas de sanidad y prácticamente no aplicamos fungicidas”, confiesa. Respecto a la densidad, siempre depende del tipo de híbrido. Pero para el caso del AX 7761 fue alrededor de 90.000 plantas por hectárea, ya que justamente se trata de un material que se destaca en planteos ofensivos con mayor potencial de rinde y velocidad de secado en altas densidades. Según Weiss los lotes se encuentran bastante limpios y no presentan mayores problemas de malezas. Sin embargo, siempre se realiza una aplicación con pre-emergentes.
A la hora de la fertilizar, y según el análisis de suelo previamente realizado, Weiss aplica alrededor de 90 kg/ha de fosfato monoamónico tratando de llevar el nivel de fósforo a 25 ppm. “Después aplicamos unos 300 kg/ha de urea. Más o menos 150 kg/ha en el estado de floración V3 o V4 para la primera aplicación y otros 150 en etapa V6 largo o V7”, agrega, a la vez que remarca lo decisivo del proceso de fertilización para obtener buenos resultados. “Por ahí en lugares donde hay un rinde menor se gasta menos. Pero es ahí justamente donde hay que hacer una mayor inversión, porque es allí donde quizás hay que corregir un faltante de fósforo por ejemplo”, completa.
De cara a la próxima campaña, Weiss seguirá apostando por el AX 7761 y agregará a su portfolio el NS 7917 y el NS 7918, que también se destacan por ser materiales ideales para planteos con altas expectativas de rendimiento. De esta manera, Nidera seguirá proveyendo de materiales con los máximos estándares de calidad genética y fisiológica, a la vez que suministrará las estrategias de manejo más adecuadas para cada híbrido. Porque si a la genética se la acompaña con buen manejo, los productores tienen asegurada la mayor parte del éxito.