Publicado: 21/05/2021 16:46h. Lecturas: 31415
Nació en Boston y padece trastorno del espectro autista; ideó un sistema de manejo ganadero basado en el bienestar animal, que ya llegó a la Argentina.
El campo va al paro y la carne se compra cada día menos en nuestro país. Los motivos, más allá de la suba de precios, también guardan relación con un cambio cultural. El bienestar animal es hoy una preocupación de muchos y no se limita solo a quienes el sufrimiento animal desvela, sino también a productores y a algunos consumidores, que rechazan la idea de ingerir “la agonía de un animal”, como decía Marguerite Yourcenar.
En los Estados Unidos, el 60% de los mataderos utilizan un sistema creado por Temple Grandin, profesora de zootecnia en la Universidad de Colorado, etóloga y una de las máximas expertas en bienestar animal de criaderos. Es también una importante referente para todas las personas con autismo y sus familias. Temple piensa en imágenes: así descubre que los animales tienen problemas emocionales, como ella, especialmente en la industria ganadera. Convencida de que no puede hacer nada para eliminar el sistema y evitar que las vacas sean sacrificadas, dedica su vida a mejorarles la vida, diseñando sistemas y medidas pensados para que puedan enfrentarse a la muerte de una forma digna, segura, con menor sufrimiento y angustia. El sistema se ha extendido a muchos otros países ganaderos, incluida la Argentina.
Grandin nació en Boston en 1947 en una familia acomodada. Con 2 años le fue diagnosticado daño cerebral, no pronunció una palabra hasta los 4 y a los 10 su madre empezó a sospechar que lo que ella tenía era autismo. Pero el diagnóstico fue confirmado recién a sus 40. “Era una nerdy kid que todo el mundo ridiculizaba”, dice, al recordar su difícil adolescencia. A los 18, unas vacaciones en Arizona, en el rancho de su tía Ann, le cambiaron la vida.
Durante los tres meses que permaneció allí, Temple empezó a darse cuenta de que –al igual que ella– los animales de granja, especialmente las vacas y los chanchos, eran extremadamente sensibles a cualquier distracción visual y los detalles del entorno les generaban diferentes comportamientos. Se acostaba entre las vacas y pasaba horas observándolas. Identificó la diferente intensidad y tonos de los mugidos; sintió el estrés, el susto y el sufrimiento, sensaciones que solo ella parecía percibir. Llegó a la conclusión que la forma de pensar de una persona con autismo se parece a la de los animales en cuanto a las imágenes se refiere, y que eso le daba la posibilidad de comprenderlos mejor. Esa capacidad hizo que Temple pudiera reparar en cada detalle, como por ejemplo que las vacas dejan de mugir cuando llegan a una curva y se tranquilizan volviendo al mismo lugar de donde salieron.
Teniendo en cuenta todas sus observaciones, Grandin creó un sistema de mangas, corrales para feed lots y mataderos, por el cual los animales hacen siempre un recorrido circular, similar al que harían en libertad. Y revolucionó el mundo ganadero en los Estados Unidos, con mucha resistencia al principio. Visualizaba los diseños en su cerebro y sabía cómo iban a funcionar antes de que se materializaran, algo que muchos ingenieros no pueden lograr. No solo se convirtió en una eminencia en conducta animal, sino en la primera persona con espectro autista que ha compartido públicamente su experiencia personal.
La caja de los abrazos
En 2011 se filmó una exitosa película sobre su vida, con la conocida actriz Claire Danes como protagonista, que ganó un Globo de Oro. En una de las escenas, Temple todavía adolescente y a la vuelta del rancho de su tía en Arizona se presenta: “Soy autista y necesito la sensación de ser abrazada. Inventé una máquina, ‘la caja de los abrazos’, en la que entro y me abraza, y después me siento diferente, menos nerviosa y mas sociable”. Esta máquina, utilizada hoy en muchos lugares del mundo para el tratamiento de personas con autismo, fue creada a partir de su observación de que el ganado se tranquilizaba cuando era introducido entre dos placas.
La mujer ha visitado la Argentina en varias ocasiones, convocada por el ingeniero Jorge Casenave, presidente de la Fundación de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, y por otras asociaciones. En una de sus visitas a nuestro país, afirmó: “Una de las cosas que ha mejorado el manejo y el bienestar del ganado es la opinión pública. Cuando alguien muestra un video tomado con un teléfono de un animal desangrándose, llega a la opinión pública. La otra, relacionada a esta, es el mercado, que exige saber de dónde viene lo que come. Los consumidores jóvenes quieren cambiar la realidad para hacer un mundo mejor. Nadie quiere que se golpee a un animal”.
Ha escrito más de cinco libros con mucho éxito; aparece muy seguido en televisión, en radio y diarios en los Estados Unidos y otros países, y en 2010 fue elegida una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Times. Temple tiene famosas frases dedicadas a la gente que padece autismo como “el autismo es parte de lo que soy, pero no permito que me defina”, y asegura que si no hubiera sido por su madre y su mentor –un ingeniero de la NASA que la ayuda a desarrollar su capacidad– hubiera terminado en una institución, sin estudiar, como recomendó el primer médico que la atendió y al cual su madre se negó a obedecer.
En la Argentina algunas mangas y viejos corrales van siendo reemplazados por los diseños de Temple, que se venden en nuestro país. “Muchos de los campos se manejan con banderas, sin rebenques ni perros en la manga. Eso redunda en una vaca menos estresada, sin golpes. Es muy bueno lo que ella desarrolló y sin duda beneficia al bienestar animal”, dice Mariano Haugard, veterinario y administrador de campos, que ha recorrido muchas de sus instalaciones en Estados Unidos y participado de encuentros con Grandin en nuestro país. “Las instalaciones cuestan exactamente el doble que las comunes, que muchas veces están muy mal hechas. Tiene mucho que ver con el asesor de cada lugar”, agrega. “El modelo de ella es sin duda revolucionario, tiene muchos detalles de cómo ve el animal e indirectamente tiene mucha injerencia en su bienestar. Lo ideal es tratar de capacitar a la gente para que todo el manejo mejore”, concluye.
“Mi autismo me hace muy fácil entender lo que piensan y sienten los animales cuando ven, por ejemplo, un papel que flamea en el otro extremo de la manga. Los invito a ser más observadores, en especial de los pequeños detalles”, dijo Temple en la Argentina.